2014-G11. Malestar y crisis de las democracias latinoamericanas

Área(s) temática(s):
Estado:
No iniciado
JRESEARCH_PROJECT_MEMBERS:
Javier Marotte; Alfredo Navarro; José Luis Solis González; Juan Pablo Calderón Patiño; Leandro Rafael López; María José Cuenca; Sara Eichert; Ignacio García-Marín
JRESEARCH_START_DATE:
2014-03-01
JRESEARCH_DEADLINE:
2016-03-01

Publicaciones/Documentos

  • Eichert, S. & García-Marín, I. (2014). Cambio institucional y democracia delegativa en perspectiva comparada: los casos de Bolivia y Ecuador., número 1126, En V Congreso Internacional en Gobierno, Administración y Políticas Públicas, Sede INAP. Madrid, España, GIGAPP- IUIOG. [Más] 
  • López, L. R. & Cuenca, M. J. (2014). El presidencialismo delegativo y el deterioro del sistema político en Argentina pos-transición democratica, número 1097, En V Congreso Internacional en Gobierno, Administración y Políticas Públicas, Sede INAP. Madrid, España, GIGAPP- IUIOG. [Más] 
  • Calderón Patiño, J. P. (2014). Pacto por México, ¿mito o realidad?, número 826, En V Congreso Internacional en Gobierno, Administración y Políticas Públicas, Sede INAP. Madrid, España, GIGAPP- IUIOG. [Más] 
  • Solis González, J. L. (2014). El Estado narco: Neoliberalismo y crimen organizado en México, número 780, En V Congreso Internacional en Gobierno, Administración y Políticas Públicas, Sede INAP. Madrid, España, GIGAPP- IUIOG. [Más] 
Descripción:

Abordamos la cuestión en análisis, señalando que existe consenso nemine discrepante respecto a que “la democracia reina de manera absoluta, sin mezclas ni fisuras y ha conseguido doblegar a sus viejos enemigos, tanto del lado de la reacción, como de la revolución” (Gauchet, 2004), así como a los perennes adversarios del gobierno popular (Dahl, 1999:22).

Desde la década del noventa fue puesto de manifiesto su triunfo como sistema o ideal político (Benedicto, 2004); existiendo en América Latina una homogénea convicción acerca de la pertinencia y viabilidad de la democracia como régimen político más creíble y compensable (García Montaño, 2004:296), no advirtiéndose signos de preferencia por alternativas no democráticas (Subirats, 2001:33-42).

Con Alcántara Sáenz (2006:163) y Zovatto (2006:185) sostenemos que las democracias (re)instauradas desde 1979 en América Latina, han supuesto un período que constituye el más largo lapso de vigencia continuada de esta forma de gobierno, a la vez que se ha hecho extensible al mayor número de países que nunca antes en la historia la desarrollaron. No debemos rehuir a la pregunta de Chesterton: “¿sobrevivirá la democracia a su propio triunfo?” y al mismo tiempo hallamos prudente y atinado puntualizar algunas cuestiones que atañen a sus insuficiencias y debilidades, que perduran más allá de la victoria: a) “La democracia se consolidó, pero no es la democracia esperada” (Sorj, 2005:14); b) Los principales debates teóricos europeos y anglosajones de los últimos tiempos resultan insuficientes para desentrañar la peculiar complejidad de las sociedades latinoamericanas (Cansino y Sermeño, 1997:559-564); o lo que es lo mismo, no se pueden dilucidar las realidades de nuestra Región en clave eurocéntrica (Amin, 1989; Lander, 2005) ; c) La democracia importa, pero no basta para la igualdad (Barreda y Costafreda, 2004: 115); puesto que “no sólo debe demostrar su capacidad para gobernar el sistema político; también debe ser un instrumento idóneo para la construcción de una sociedad mejor” (Borón, 2003:253). d) Con Borón (2005) sostenemos que “todavía seguimos prisioneros de concepciones tradicionales sobre lo que es la democracia” y siguiendo a Robert Dahl, afirmamos que uno de los problemas de la teoría convencional de la democracia ha sido el de suponer que hay un solo modelo, cuando en realidad hay más de uno, por cuanto “la democracia ha significado muchas cosas distintas para gente diferente en diversas épocas y lugares” (Dahl, 1999:9). e) Las democracias latinoamericanas, pese a su éxito en cuanto a la permanencia, han sido bastante incapaces de generar crecimiento, empleo estable y bien compensado, de proveer seguridad a las personas y consolidar el estado de derecho, de acabar con la pobreza y la marginalidad, de garantizar los derechos de la ciudadanía y mejorar el legado de la desigualdad (Hagopian, 2006:233). f) Las democracias no parecen peligrar, pero existe en ellas una debilidad estructural (Latinobarómetro, 2005), ya que se instalaron en sociedades altamente desiguales y con fuerte corrupción (García y Díaz, 2006). El malestar puede devastar la democracia, si está alejado de la participación política y si se da sin una organización de la legitimidad; pero en sí mismo, puede ser positivo o edificante porque la democracia no radica sólo en la organización de los poderes, sino igualmente de contra poderes (Rosanvallon, 2007). g) La democracia está en crisis, pero ¿acaso no lo ha estado siempre? La democracia coexiste con la impaciencia, el malestar, la esperanza, la labilidad.